domingo, 28 de noviembre de 2010

Mujeres y Arqueología


Mujeres y Orden Patriarcal

La mayoría de las interpretaciones realizadas sobre las mujeres en las sociedades pasadas parten del pensamiento del patriarcado dominante. Es también el mismo que ha construido la “imagen idílica” en el que las mujeres se convierten en la pieza clave de la familia y del hogar, al tiempo que las aleja de su participación y/o contribución en cualquier otra esfera de la producción de la vida social. Un pensamiento patriarcal que no valora la reproducción biológica como la producción básica en cualquier sociedad y por lo tanto como un trabajo socialmente necesario (Castro et alii 1999 a y 1999 b ) [1]. La familia llega a convertirse en la unidad mínima de análisis y en una institución con carácter universal, planteamiento éste que debe considerarse como sexista ya que sabemos existen otras formas distintas en las que tanto mujeres como hombres están integrados. Entendiendo por familia el grupo social donde se imponen las formas de control del cuerpo de las mujeres en la sociedad patriarcal. En general existe cierta confusión en relación con este tema ya que se tratan como términos equivalentes los de unidad doméstica, familia y familia nuclear (San Román y Gonzalez Echevarria 1994:27) [2]. Esta ambigüedad ha llevado a identificar “lo doméstico” con las mujeres y a generar una concepción de la historia donde la familia monógama patriarcal (familia nuclear) se presenta como la medida de toda las cosas.
Dentro de este marco patriarcal el lugar que ocupan las mujeres en la creación de los/as nuevos/as sujetos sociales, la futura fuerza de trabajo, va a ir perdiendo importancia. El androcentrísmo imperante va a considerar el hecho de ser madres como una especie de “servicio” donde el progenitor real será el padre, que es quien fecunda (Rich 1986:188). También será el responsable de instruir de forma adecuada a las hijas e hijos para la futura vida social. En este punto el patriarcado se vuelve implacable ya que verá necesario privar a las madres de su producto mediante la apropiación y distanciamiento del mismo.
Sabemos que el patriarcado durante siglos ha utilizando los más variados y sofisticados mecanismos de coacción física y psicológica, al tiempo que ha regulado y generado un conocimiento particular sobre la diferencia sexual y en concreto sobre el cuerpo de las mujeres [3]. Pensamientos que aparecen reflejados en la mayoría de las interpretaciones históricas realizadas. La investigación no solamente ha colaborado con sus propuestas a que parezca “natural” que se prive a las madres de sus hijas e hijos, sino que ha establecido y justificado esta circunstancia como la más “correcta”. Este hecho ha conducido a que las mujeres sean mostradas como seres indefensos, débiles y enfermizos, sin capacidad para reaccionar, institucionalizandose de esta forma la figura de la “madre incompleta ” como la de una mujer a la que siempre se le puede reprobar algo [4].
Este proceso inmerso en la naturalización paralela o posterior al que se vera sometido servirá para reafirmar la existencia de un orden preestablecido mediante el control material de las mujeres y de su producto. Finalmente con la institucionalización de prácticas socio-políticas que ensalzan y legitiman determinado tipo de valores se asegurará su continuidad [5]. En este sentido, en ningún momento se tiene en cuenta la posibilidad de que las madres hubiesen impuesto algún tipo de pautas u orden específico, nacido desde el reconocimiento de su diferencia y/o desde la autoridad generada entre las propias mujeres. Esta violencia del patriarcado material e ideológica vertida sobre muchas de las interpretaciones históricas realizadas comienza a tener un serio problema. Y es el de la existencia de una “sabiduría” cada vez más compartida, entre ciertos sectores sociales de mujeres que “sabemos” que es el patriarcado quien propicia la renuncia hacia la madre y el que hace que nuestras hijas e hijos vuelvan la mirada hacia un padre que es el único que parece puede rescatarlos/as de la decepción materna sufrida [6]. Este hecho nos induce a pensar que el patriarcado disfruta tanto del poder para estructurar el dominio material sobre el cuerpo de las mujeres, como para gestar un orden simbólico cuya función pasa por encauzar, ejemplificar y dar sentido a la realidad social existente. Ahora bien, todo orden simbólico hay que entender que nace en estrecha relación a las condiciones materiales existentes y refuerza el orden patriarcal donde continuamente se reproduce (Escoriza 1999). Un poder patriarcal que podemos definirlo como una “colonización” que ha usurpado al colectivo femenino la razón de su primera forma de saber, es decir, la del conocimiento de su propio cuerpo.

Mujeres y Arqueología

La diferencia biológica existente entre mujeres y hombres ha sido explicada en la mayoría de las disciplinas científicas desde el más puro conservadurismo androcéntrico. No pretendemos hacer un estudio en profundidad sobre esta cuestión sino sólo poner de manifiesto como la idea de un cuerpo femenino considerado enfermo, biológicamente inferior e incapacitado ha estado y aún está arraigada en muchas de las ciencias sociales determinando las propuestas de interpretación histórica que se han realizado y realizan sobre las relaciones entre los sexos [7]. Un cuerpo observado y explicitado siempre en comparación al del hombre, que es el que se piensa perfecto. Cuerpo femenino cual inversión del cuerpo masculino (Duprey 2000:98)
(Continúa en el PDF)

Notas

[1] La Producción Básica hace referencia a la generación de nuevos hombres y mujeres, la futura fuerza de trabajo. Su reconocimiento significa considerar la reproducción biológica como un proceso de trabajo específico y socialmente necesario, lo que evitaría su naturalización (Castro et alii 1996 b; Sanahuja Yll 1997 b; Castro et alii 1999 a y 1999 b).
[2] 2Según estas autoras, una unidad doméstica se podría definir como “el grupo de personas que conviven en una residencia común, formando una unidad de cooperación económica, y en cuyo seno se educa y se cria a los hijos que nacen de sus miembros. Puede ser o no una asociación de parientes”. Por familia se identifica el ”grupo de personas vinculadas por matrimonio y descendencia con una referencia local común, adscrito a la procreación y cuidado de los hijos”. Por último por familia nuclear estas autoras entienden el “Grupo de parientes formado por un matrimonio monógamo y los hijos de por lo menos uno de los conyuges sobre los que ámbos asumen papeles paterno y materno, establecidos todos en convivencia en una residencia comun y asumiendo funciones de cuidado y socialización de los hijos” (1994:27).
[3] 3Un ejemplo ilustrativo es el del discurso científico establecido en torno a temas como el lesbianismo, calificado de aberración y/o patología hasta la década de los años 80 (Rivera 1994 :121)
[4] Esta idea, ahora que ya es políticamente correcto y se pueden defender los “derechos de las mujeres” ha llevado a confundir éstos con la defensa del “derecho de la mujer a ser madre en el seno de la familia” es decir con la defensa a últranza, por ciertos sectores sociales, de la familia nuclear monógama patriarcal como la institución idónea.
[5] La coerción patriarcal es tal que como afirma V.Sau el colectivo masculino en el poder quiere tener hijos no porque sí, sino para tener súbditos. En el momento en el que no le interese esta situación, implementará los mecanismos para impedir los nacimientos de la misma forma que lo hizo para provocarlo(Sau 1994:180).
[6] Cuando hablo de ciertos sectores sociales de mujeres me refiero a aquellas que contamos con unas condiciones materiales lo suficientemente optimas como para poder permitirnos dar un paso hacia adelante e intentar cruzar la puerta de salida de la casa del padre. Solamente algunas, las más privilegiadas podemos hacerlo.
[7] Un estudio interesante es el que realiza Thomas Laqueur (1994) y en el que este autor hace un exahustivo recorrido a través de la historia en relación a cómo se ha construido, expresado y representado el cuerpo a través de la ciencia. 3

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