domingo, 28 de noviembre de 2010

La Vanguardia tenía nombre de mujer


Un paseo por el siglo XX de la mano de feministas y lesbianas sin las que nos sería imposible ser lo que somos. Ellas han marcado este largo camino que supone la lucha por muchos de los derechos que actualmente disfrutamos. Sin ellas, la expresión de nuestras caras hoy en día sería otra.
Si volvemos la vista a los años de la Vanguardia, hoy por hoy podríamos afirmar que el ambiente cultural y artístico de los años 20 tenía voz de mujer. Mujeres guerreras, atrevidas, feministas y brillantes en su profesión, muchas de ellas expatriadas, lesbianas en su mayoría, se dieron cita en la ciudad del amor y fuera de ella durante el periodo de entreguerras. Escritoras, editoras, pintoras, bailarinas y periodistas, propulsoras de los principales movimientos literarios y artísticos de la época, hicieron de ciudades como París, Madrid, Londres y Berlín un lugar mágico que trataremos de ir descubriendo poco a poco. Intentaremos humildemente meternos en su piel y desde ella poder sentir sus amoríos, sus frustraciones y sus éxitos.
¿Han oído hablar alguna vez de Natalie Clifford Barney y de su famosa Académie des femmes del número 20 de la rue Jacob, en el parisino barrio de St. Germain-des-Près, en la más que célebre Rive Gauche? La longeva Natalie C. Barney fue una poetisa y escritora norteamericana que escribió en lengua francesa, ya que fue “expatriada” por su padre a París, en un intento desesperado por que su hija se “enderezara”. Era conocida como “la Amazona”, y no por casualidad: revolucionaria y rebelde de su época, Natalie Barney fue una lesbiana visible que se rodeaba siempre de mujeres intelectuales, a quienes ella acogía en su jardín. Natalie Barney tuvo numerosas amantes: algunas permanentes, algunas intermitentes, otras esporádicas.
No vayamos a dejar entrever aquí que la famosa Académie des femmes era un mero lugar de ligoteo. Gran admiradora de Safo, Natalie Barney fundó este salón literario en un intento por recrear una escuela de mujeres como la de la poetisa griega. Mujeres intelectuales del momento (Gertrude Stein, Janet Flanner, Alice B. Toklas, Margaret Anderson, Solita Solano…) se reunían, no sólo para dialogar y tomar el té, sino también para dar charlas y conferencias, e incluso exponer y compartir sus obras con el fin de sacarlas posteriormente a la luz.
Pero no sólo París tenía cara y voz de mujer. En España, bajo el reinado de Alfonso XIII, nació el Lyceum Club Femenino de Madrid en 1926. Como presidentas de honor contaban con la reina Eugenia Victoria y la duquesa de Alba. El Lyceum Club fue fundado por María de Maeztu: pedagoga, maestra, embajadora y pionera en nuestro país de esta asociación de mujeres, movida por el deseo y la necesidad de crear un lugar en el que las mujeres pudieran reunirse, intercambiar opiniones e ideas y desde donde unir las fuerzas para luchar por sus derechos en una sociedad tan hostil como la que les tocó vivir. En el equipo directivo se encontraban, además de la presidenta María de Maeztu (hermana del escritor y periodista Ramiro de Maeztu y del pintor Gustavo de Maeztu), Isabel Oyarzábal (mujer del dramaturgo Ceferino Palencia) y la abogada y política Victoria Kent, como vicepresidentas; y Zenobia Campubrí (mujer de Juan Ramón Jiménez) como secretaria. Entre las socias destacamos a la escritora María Lejárraga, la escenógrafa Victorina Duran, la política Clara Campoamor, las periodistas Irene Polo y Carmen de Burgos, la actriz Margarita Xirgu, la poetisa Lucía Sánchez Saornil…
Este club feminista tenía sus orígenes en el Lyceum Club para mujeres artistas y escritoras fundado por Constance Smedley en Londres y, siguiendo el esquema del club londinense, se establecieron en Madrid secciones de literatura, música, artes plásticas e industriales, social, ciencia e internacional. Todas estas mujeres, y otras muchas que por cuestión de espacio dejamos en el tintero e iremos recuperando cada mes, se enfrentaron a la oposición de la Iglesia, de los falangistas y de muchos intelectuales del momento. Como calificativo despectivo, llegaron a llamarlas “el club de las maridas”, pero ellas creían en su causa y no cesaron en la lucha por cambiar el sistema jurídico que las desprestigiaba e infravaloraba y por el reconocimiento social.
Muchas de nuestras valientes eran lesbianas, aunque la mayoría de ellas adoptaban una vida heterosexual ante la sociedad debido a la represión que se vivía en aquel entonces. Aunque al mismo tiempo asistimos a una época transgresora en la que numerosas mujeres reivindicaban sus derechos y algunas de ellas, como la poetisa, feminista y anarquista española Lucía Sánchez Saornil, apostaban por la visibilidad. Su compañera sentimental fue América Barroso, a quien conoció en el periódico anarquista Umbral, en Valencia. Otro ejemplo de visibilidad lésbica de aquella época es la periodista Irene Polo, quien, según se rumorea, pudo estar enamorada de la actriz Margarita Xirgu. Irene Polo se quitó la vida a la edad 33 años en extrañas circunstancias que nunca han sido esclarecidas.
Mujeres relegadas al olvido por una sociedad injusta y machista: mujeres que iremos rescatando de los archivos de la historia con el fin de rendirles el homenaje que merecen.
Artículo publicado en la revista "MiraLes"

No hay comentarios:

Publicar un comentario