domingo, 28 de noviembre de 2010

Mujeres que se miran en el espejo: una visión femenina del género


Tradicionalmente, a la mujer se le han asignado unos roles impuestos por la cultura. En base a estos, la mujer ideal debía dedicarse a desempeñar las labores de esposa y de madre; o bien, dedicarse al mundo conventual. Su existencia no tenía, pues, valor en sí misma, sino que estaba subordinada al otro: el marido o Dios. La sociedad educaba a la mujer para desempeñar papeles eminentemente pasivos: casamiento, gestación, parto, lactancia. En el matrimonio no tendía a buscar, sino a ser buscada. La fecundación, el parto y la lactancia, le venían dados. La actividad femenina consistía, pues, en recibir y aceptar.
Labores tan loables como la política, la escritura y el estudio de diversas materias, como la ciencia o la filosofía, entre otras, no estaban adscritas al género femenino. De hecho en España estuvo prohibida la matrícula oficial de mujeres en la universidad hasta 1910. Otro asunto que debemos tener en cuenta es la imagen que ha ofrecido el hombre de la mujer en sus tratados morales, sus discursos, sus creaciones literarias, esto es, la imagen de la mujer como objeto.
La imaginería popular plasmó una figura de la mujer distorsionada, irreal y tendente a los extremos. Ésta aparece representada como un ángel o un diablo, como la madre de Dios o la tentadora y perdedora del hombre. Se trata de una valoración simplista, parcial, en la que entran en juego dos rasgos sumamente conflictivos, la maternidad y la sexualidad, de los que se derivan dos tipos de mujer: la prostituta y la madre. Por otra parte, hemos de tener presente un dato esencial que puede darnos la clave de esta visión tan simplificadora: La mayoría de los escritos plasman el punto de vista masculino. Y, detrás de muchos de los textos en los que se alza la voz de una mujer, encontramos un varón, que ha adoptado una personalidad ficticia...
(Continúa su lectura en el pdf adjunto)

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